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Mostrando las entradas de mayo, 2011

El reloj que trae la muerte

Regresa Que no pasa sino pesa / Cámbiate No por mejor sino por piadosa / Quédate Sobretodo y en el blanco / Cálmate El incendio avanza entre la duda / Regístrate Se necesitan voluntarios de corazón / Necesítate Oirán tus gritos los niños que serás / Entrégate No insistas en herir con tus antenas / Ambiéntate Sabor a lima, sabor a campana / Reúnete Con los transeúntes de tu pasado / Alinéate Con los ojos enharinados / Conjúgate En tono de cardos y lejanía / Amánsate No ha llegado el reloj que traiga la muerte / De las bengalas De tu estoy aquí.

Imelda Tramp (Ladyskin) la Recuperadora

Guardaba una espada en su espalda. No alardeaba de ello, la cargaba bajopiel. Era preferible el silencio a los gritos de pavura, el sigilo a los truenos.  Tenía estilo y un sombrero rojo. Vestía ropa interior de piel de su última víctima y anteojos hechos con los restos de la última copa en que había bebido. No era una asesina por encargo ordinaria. No era común. Menos del montón. Era una sicaria de los Sinluz. Milenarios Sinluz transitaban dispersos en grupos individuales. Colectivos con aliento de uno solo. Camouflados y disimulados entre el resto de los caminantes. Sabían dónde ir.  Se juntaban cada Lunes durante el pico máximo de la luna, bajo el puente de calle Artoin al norte. La luna babeaba sus cuellos y ellos levantaban los brazos clamando por el destino sagrado, usurpado generaciones atrás. Imelda Tramp era su reina exterminadora. Unica, brillante. Híbrido entre un Sinluz y la última sobreviviente de los Silverios. La Elegida para encontrar el talle justo de piel que visti

No ticket to cielo

Quemo las piedras Rechinan los dientes Deshojan los vientres Las flores del río Los huertos de amantes Y el cielo henchido De caras sonrientes De quietos sonidos Amores salientes Globos de aire De aire de entierros De pieles con nidos De esperas en buses Y trenes de miel Vías con cruces Con cruces de piel Mordidas de brazos Mordidas de agua Cigarros de luna De lunas en falda Polleras ansiosas Y uñas con traumas De gordos toneles Barricas de sueño Esperas de piernas Esperas de cuero Criaturas a medias Y guantes de miedo Fogatas de invierno Inútil espera Sentado en el cuerno El cuerno que cuenta Collares de uvas De uvas cuenteras Con tramas absurdas Con tramas tramperas Invitan al fuego Rodillas de mirlos Tobillos de acero No tengo monedas No ticket to cielo Las nubes, los niños Ganaron el juego

El manto claro de los búhos

Prólogo: / Tener que esperar / es un cuento con final anticipado / que no va a terminar Llego a un lugar, Donde el río le da golpes cálidos a los trasnochados, Donde el manto claro de los búhos le convida a los perdidos dudosos venenos, Llegué a ese lugar. Veo en este lugar, El agua que lava las penas rascándolas de los enfermos, Elefantes que vuelan cargando colibríes en sus espaldas para no herirlos, Vi en este lugar. Siento en este lugar, La mano del que dispara balas de cartón a la luna, El cuchillo que abre las comisuras de la sonrisa, Sentí en este lugar. Espero en este lugar, Volar en zapatos de nobles animales resucitados, Canjear este par de anillos por un secreto filoso, verde y eterno, Esperaré en este lugar. Epílogo: / No tener que esperar, / el piano de quien atiza, / el baile de medianoche.

Un fantasma asustado

Tenía un perro blanco Un caracol de vidrio Unas horas de viaje Las palabras de trigo Un abrigo de madera Y el corazón de auxilio (en la guantera) Tuve un cielorraso ausente Una llamada perdida Una trompeta de lino Un fantasma asustado El camino de piel en obra Y el corazón hinchado (de sobra) Traigo un elefante arrodillado Los zapatos en la mano Un Ministerio del olvido La cura para el bondadoso El agua santa hasta la mejilla Y el corazón entredormido (en una silla) Tendré un plano inclinado La presión en ascendente Un recorte de tu cuero Una jauría de presentes En cada labio un abrojo Y el corazón encerrado (en tu antojo)

La luna, la duna y la corbata

Tengo una luna nueva que revienta en pedazos cuando la miras con anticipo de alunizaje/ Tengo una duna de mártires que se vuelve torre grandilocuente cuando la caminas en descalzos de mañana fresca/ Tengo una corbata con uñas que se hace serpiente de colores cuando la tomas de la cintura buscando piel/ Tengo una botella de párpados que se llena de vértigo y miel cuando le acercas los labios a su cuello/ Tengo una silla deshilachada que se teje a si misma como ombligo cuando frotas tu espalda en su espera/ Tengo un genio cobarde que revienta en microbios de valentía cuando tomas la lámpara cálidamente por su será/ Tengo un futuro líquido que llega a punto de hervor cuando tiene indicios de tu visita de tarde/ Tengo una luna nueva una duna de mártires una corbata con uñas una botella de párpados una silla deshilachada un genio cobarde un futuro líquido. Quien se animaría a refutar que lo tengo todo sin aún tenerte.

De otro pozo

Si no revientas en mis brazos  mas seguido que poco   Si no me dejo arrullar  por tu pecho generoso Si no puedo darte un calmo soñar para que estaciones tu bravío combate Entonces ten por seguro que pronto dejarás de augurarme buenos tiempos los soles serán soles de tu espacio y el agua vital que alimente tu alma será agua de otro pozo.

Pueblas

Cuando una canción / Te trae y Te enmienda / Amplía y Enjuga / En el líquido de Mis ojos / Entonces / Sé que arrinconas La incapacidad / De mi deseo  

Here comes the moon

¿Cómo hago para no olvidarla? Porque, para sincerarme, no deseo olvidarla. No debo olvidarla. Es demasiada carga el olvido enfrentado con el recuerdo. No hay confrontación posible, porque olvidar en cierta forma es morir y de morir desconozco inocentemente los detalles. La crueldad del olvido reside en descartar sin mayor cuestionamiento aquello que fue nuestro motor, el caldo gustoso de los almuerzos, la sangre densa e invasora, el tiempo en pequeños trozos. Es temprano aunque el sol comience a ponerse.  Es la tarde aprendiendo a caminar. Y camino con ella sin saber el destino. Caminar agita el corazón de modo físico, premeditado, medible. En esta agitación no hay enjundia, no hay invasores rebeldes, no hay sorpresa. Existen otras agitaciones, otros recorridos menos trazados, sin guías ni pilotos ni senderos ni vialidad. Esas son las que no quiero olvidar. Estoy sudando, mi frente lo anuncia. Las manos en los bolsillos denuncian ausencia de un cuerpo que abrazar. Miro la hora. Vuel