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Mostrando las entradas de enero, 2014

La memoria de los héroes

la veta / la rendija por donde se cuelan los insectos / supura un verde líquido sabor a héroe  quemado / y sus epopeyas  en la rejilla  del olvido (tardío motín) traman venganza / los héroes no tienen rendijas / ni vetas / ni memoriales.

Perro enfermo

¿Quien sube al altar del único? el preponderante ¿Quien se deja atravesar por las agujas sucias y malolientes de las orillas, de los sinpaz? ¿Quien se otorga, a si mismo el mérito del vagabundo con derecho adquirido sólo porque las calles y la lluvia y el hedor de las alcantarillas? ¿Quien puede, de querer no más volverse camino infranqueable único y solvente para mirar desde el altar blando y soso del sufrimiento adquirido de vana retórica e historias de abandono y barro naranja de esperar entre los vidrios? Poetas, decidores cantantes y fotógrafos de culo brillante entre sillas de brutas maderas tienen la ansiosa costumbre de proclamarse reyes de la miseria y el saber calloso porque Bukowski les habla en la base del cuello y ellos se erizan antes de escupirle la cara para no escuchar. La jactancia sórdida del arrastrarse entre alcoholes de virtud madrugadas de aturdida discrepancia con el sorteo de los valiosos donde los recién llegados se iluminan cuando beben el vino de los viejos

Las viejas

Las Viejas caen pesadamente sobre redes de disminuídas mariposas ideas de mariposas sueños de mariposas. Las Viejas ceden terreno a los vetustos rinocerontes y se agachan a parir sueños rosa o azules  o mañanas impermeables impenetrables por las llamas de los suspiros. Las Viejas son peces animados en la pecera sucia de la costumbre.

Que cante el gato

Haz el esfuerzo de aprenderte el camino de regreso ya que es posible /sólo una posibilidad/ remota pero presente /probable y comprobable/ de que la vida te aleje de mi antes de que cante el gato o el gallo o lo que más abrumador: la costumbre.

El silencio después de irte

Cantaste secretos en voz alta entre el humo del último incendio y las ingentes flores negras en los dientes del mañana Supiste de la humedad del techo de los cuentos sus manchas sus monos colgando cabeza abajo cambiaste las manos del silencio por piernas talladas en madera paraísos con sus marionetas del /autoimpuesto/ desatino Te sumergiste en los detallados surcos del libro de la memoria hasta que te hallaste blanca y estéril quebrando brazos rompiendo vocales con la lengua pisando los clavos del adiós Fuiste canción cuando canción es un susto bien dado a la muerte

Los cohetes, el hielo y los perros

Las manos los papeles el pan lo gris y lo blanco el sol cobarde tan fisonomista serpentea las telas los niños y sus labios entreabiertos sus lenguas secas de cuentos los huesos soldados los soldados somnolientos perfume a mañana/ a caliente/ a colonia/ a sinrazones/ a restos callos entre los callos de esperar brazos entre más brazos de cruz y equilibrio la pausa del universo tan veloz cuando la noche cuando el cerebro y ahora a gotas a tientas a cero. Los domingos temprano los cohetes el hielo y los perros duermen su duelo.