¿Quien sube al altar del único? el preponderante ¿Quien se deja atravesar por las agujas sucias y malolientes de las orillas, de los sinpaz? ¿Quien se otorga, a si mismo el mérito del vagabundo con derecho adquirido sólo porque las calles y la lluvia y el hedor de las alcantarillas? ¿Quien puede, de querer no más volverse camino infranqueable único y solvente para mirar desde el altar blando y soso del sufrimiento adquirido de vana retórica e historias de abandono y barro naranja de esperar entre los vidrios? Poetas, decidores cantantes y fotógrafos de culo brillante entre sillas de brutas maderas tienen la ansiosa costumbre de proclamarse reyes de la miseria y el saber calloso porque Bukowski les habla en la base del cuello y ellos se erizan antes de escupirle la cara para no escuchar. La jactancia sórdida del arrastrarse entre alcoholes de virtud madrugadas de aturdida discrepancia con el sorteo de los valiosos donde los recién llegados se iluminan cuando beben el vino de los viejos