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Mostrando las entradas de enero, 2013

Biromes

Biromes de piernas flacas aliento a hospicio ojos ausentes de memoria Biromes que apenas lloran con trazos que se desgranan en granos que se inmolan y frases desencajadas de flores sin pétalos que nunca volarán a tu mesa de luz, tu libro viejo, tu celofán Biromes de promesas rotas de ciertas horas con ciertas rosas que guardan gotas de amor nonato que silencian finales austeros, ingratos explotan bombas de ojos sangre explotan brazos, labios de hambre Biromes frías, amedrentadas de tinta dura, de tinta amarga Biromes muertas, sin las visitas sin inspectores que cumplan citas Biromes faltan Biromes mueren Biromes saltan muerden arden con ese ardor de los perros cuando muerden el recuerdo amor.

No, justo ahora tus alas no

Zapatea una fogata en las uñas del gigante herido y el gigante canta una tonada húmeda, almibarada gritando por piedad saltando desde el piso cincuenta desplegando unas olvidadas alas viejas, escamadas llenas del polvo que nunca se quitó "y justo ahora las necesito, y justo ahora este polvo" y justo ahora se te ocurre usarlas en el laberinto de la caída en el silencio de la derrota con el grito ahogado de hasta luego hasta siempre "los gigantes nunca mueren" repite en voz baja el enano del oído derecho y recuerdas que y te aligeras con que las mañanas frescas no se agrietan no se olvidan no fabrican abrazos dulces por que morir en una mañana fresca es más digno que salir en la tapa del diario que tener lápidas con frases sobresalientes que el mejor de los discursos póstumos claro que, cuando te zapatean las fogatas en las uñas y herido cantas y saltas poco te queda por salvar más que algunos cuadernos viejos, ajados, como tus alas las cenizas del último amor y el t

Que te quemes

Entonces necesito una lluvia y un cable largo blanco y fuego para reventar los postes y cantar en el agua la oda póstuma y que te quemes y que me queme y que nos entierren en la orilla de los supuestos cantando todos los coros "you are so beautiful to me" pero con sol y con caminos de lavanda y ninguna certeza si al fin certezas nadie tiene y amor verdadero tampoco.

Entonces entra alguien

Entonces entra alguien y dice por lo bajo solapadamente "he matado a alguien" y se limpia las manos con el mantel y se le llenan los ojos de lágrimas y las mejillas de humo le tiemblan las manos y pasa un barco también, con las mejillas de humo y el timón de carne "es que, he matado a alguien" y tiembla, sudoroso y suda, tembloroso y la rubia lo mira desde la mesa contigua y "you want to drink some wine" en la mesa de atrás pero nadie se lamenta o nadie "why you did that" es que todos matan a alguien aunque no lo dicen y lo esconden entre la ropa sucia ese canasto infame de infame mimbre que guarda manchas y olvidos y mentiras acerca de matar a alguien y no decirlo en la mesa de un restaurante "¿entienden?, he matado a alguien carajo" y saltan carajos por los bordes de los vasos y te invitan a pelear o a desdecirte y eliges pelear por que de qué deberías desdecirte por que cuando matas a alguien, lo matas no hay jugos de ciruela o prog

Microcuentos para grandes pibes (Vol II)

La tierra mía La tierra de mi casa tiene un lugar para mí. No la traen del cielo, no la cargan en palas no se guarda en cajas, ni se escapa a volar. La tierra de mi casa es tan mía que cada tarde las manos me arden de sacarla a pasear en las uñas, en los pies en el cuello y en la oreja, esta tierra me deja que le lleve a viajar. Juanito Sombrero Juanito tenía la ropa tan sucia que le crecían plantas en los bolsillos y flores en el sombrero. "¡Juanito!" - le gritaban, cuando pasaba por el almacén "Niño, ¡lave esa ropa, limpie el sombrero!" Juanito pensaba, entre plantas y tierra "...cuando sea grande, voy a ser jardinero...". Chocolate Acá en el pueblo no tenemos noticias de otro lado, muy lejos, que brillan o tienen reflejos. Acá nomás el abuelo y sus dientes el Oscar con el auto la escuela y la leche la Luisa y su gato. Acá en el pueblo tenemos ardores sin tanta pintura ni botones de colores. La noticia más cierta y la más divertida es guardarse a la sie

Microcuentos para grandes pibes (Vol I)

Mi gato y las hadas Mi gato tenía cuatro patas, como el gato del vecino. Pero no tomaba leche, ni caldo, ni vino; sólo agua perfumada. Así su aliento tenía, el perfume de las hadas. Bicipanza La bici del negro Raúl tenía panza. Como el dueño. El Raúl siempre decía: "cuando como, me da sueño". Y la bici se acostaba, panza arriba, a mirar el cielo. También tenía sueño. Y se ponía a andar por las nubes, como su dueño. El Astronauta Hay un traje de astronauta que anda solo, flotando. "Es que no encuentro mi cohete", se vivía quejando. Un día lo vieron en la plaza, por los juegos, saltando. Es que la calesita tenía su cohete, girando, girando. Dos focos En mi casa hay dos focos. Uno alumbra, el otro canta. "Yo trabajo, pero éste es medio chanta", decía el que alumbra. Y el otro cantaba, despacito: "para cantar mejorcito, yo prefiero la penumbra".

Particularmente en verano

A veces pasa que, antes de la fiesta o más a menudo, luego de ella hueles a ayer y eso me asusta no tanto por el ayer y lo que trae disuelto su perfume sino por que hoy, a veces, no puedo entender el ayer Otras veces también ocurre que las manos me pesan como sandías maduras o como libros de historia y esto no ocurre antes o después de la fiesta sino durante ella y entonces las manos son un ancla y no escribir flores ni corazones es una agria incapacidad transitoria Las menos de las veces en esas fiestas me oigo cantar zambas o boleros o baladas y, particularmente en verano cantar es un ejercicio de visita a los balcones del edificio del olvido donde las arañas tejen abuelas y los abuelos tienen las manos en los bolsillos ásperos del ayer de ese que huele