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Mostrando las entradas de mayo, 2014

Mier/ da/

Se acercó y miró detenidamente los bordes, las suelas, las mañanas tan deshilachadas tan inoportunas / Miró para olvidar y lo amó profundamente / no importaban las nubes tanto / era el agua de sus besos lo que la ataba a su futuro / No siempre pesan tanto las flores viejas y los que miran las flores / pensó / Cuando quedarse es la opción que inunda las rodillas el miedo es una moneda de aire en el bolsillo / pensó / Entonces / no se quedó. Porque quiso ser una señorita bienvista por ella y sus juicios previos / Mier da/

Tanto tiempo que no nos vemos

No sabía siquiera cómo comenzar a decirlo. No era fácil para ella, con quien Carlos Alberto había compartido tantas parcelas de vida. Desayunos en la confitería Cielo Verde, la tradicional parada de los sábados después de bailar en Palace , el mentado dance-floor de sus tiempos de piel tersa y bondadosos pulmones para las escaleras. Inés era corajuda, pero este caso no era precisamente de coraje necesitar. Era de seriedad, consternación y prudencia. Y precisión, eso sí. Sin precisión, Carlos Alberto podría no comprender lo que le pasaba.   - Carlos Alberto, necesito hablar con vos.  - Como estás Inés, decime. Estoy un poco apurado, disculpame. - Lo sé, no es distinto a otras veces. - No es momento de reproches, Inés. - Quería decirte, y espero que lo comprendas... - Directo al grano Inés, no tengo tiempo. Y mirame a los ojos por favor, pareces con la vista como extraviada. - Hace tiempo que no te veo.   Carlos Alberto

Ni señal

Algo ha cambiado Y la hierba Nada Ni señal Algo ha movido su eje Y la ruta Apenas susurra Globos vacíos Sucio el espacio Muere silente Entre festejos Y no eres el festejo Ni el festejado Ni apenas Un rastro Entre las piernas

Paseos

Paseos De rojo destino Sos boleta Si ella no aparece Nadie acude Cuando el cielo es tornado Bocanadas de humo Mastican los bordes Arriman el fuego Queman las manos Asisten al refugio Asustan al dolor Imitan al sanador Pero aún así Vacíos revientan En pelotas de cinturas Que no paran de saltar Hasta que se cierra La puerta de los ojos Morenos Leones Cansados Cantos del sueño De nueva piel Somnífero De dulce abandono

La ilusión de sanar

En el ejercicio de sanar se esconden algunos monjes perversos que rompen los remos en astillas inconexas y las olvidan en el bolsillo del enfermo. Cuando la mano se cierra en forma de puño e intenta desaparecerlas vuelven los cuerpos invasores del dolor. Sanar, como destino posible no es más que una visión poderosa que el instinto olvida en las camas de los hospicios entre los pacientes configurando una gran traición: no se puede sanar en una cama. No importa quien acuestes a tu lado.

Las tetas y la siesta

Hay una cierta inocencia en el andar de a pié en la siesta, bajo los paraísos. Existe una baba de olvido inherente a los pasos, el silencio de los espacios inhabitados que propone el horario. La compañía templada de nadie a los costados, la soledad fresca de la inseguridad, asociada al vacío de cuerpos reptando en los márgenes menores del otoño. Hay una absoluta importancia de los Nadies que se unen al trámite del camino. Nadies que configuran el paseo, Nadies que se paran, firmes en cada esquina, para insistir con la hora, el destino, el que será. Eso sí, los Nadies sólo habitan el pasado. El pasado inmediato, nuevo, inodoro. En general, el pasado huele. Huele a flores de perfumes antiguamente de moda. A telas de vestidos arrancados a manotazos. A aliento de rechazos. Huele a bofetadas de mañanas reventadas contra el asfalto de una borrachera injustificada, y a decenas de borracheras con cartel de "completo", como los hoteles con parejas que se aprietan los dedos de los pie

Cuatro sabores

Las personas sentadas alrededor de las mesas hablan, prolijamente con peso de saber del futuro / de los seguros/ de la muerte / del amor Disimulan, sin duda conocer que las cuatro cosas son distintos sabores del mismo veneno //  

Las piernas del adiós

Las fundaciones / las profundidades / los austeros rincones / el angulo tremendo de la presencia / el humor de los santos / la trinidad del espanto / las indescifrables piernas  del adiós //

En tu sangre

En tu sangre se quiebra el sueño en tu sueño rompen las olas en las piernas repta el cansancio en la siesta nacen las lluvias blancas y leche en las hadas duermen los vientos / nuevos y frescos inquietos, se cuelan entre los pechos en tu sangre se disuelven los truenos en los niños regresa el cielo en los pájaros se guarda el duelo en tu presencia descansa el deseo

Que eres la muerte

Diviso tras cortinas / Una entrada vedada Salida de pajarera / Algunos atajos en terapia El centro irritado / Piedras en los techos Un ojo cuadrado/ El cielo maltrecho De viajeros y amantes / Virtuales navegantes - Don Quijote, Dulcinea y Rocinante - Abbadon y Charlie Parker / Como dedos del piano Llenos de huesos / Cobardes confesos Endebles y firmes / Llenando la entrada De dudas y gritos / Mas huyen cobardes Oyendo entrepasos / Que eres la muerte Con frío y espanto / Y ese dulce aroma Es tu (acogedor) canto.

Salvate

Salvarse no tiene valor ni es un destino preferible a la condena como no lo es el paraíso por sobre el infierno ni tus palabras ante tus silencios / salvarse, a veces, es un poderoso somnífero que la condena revienta con patadas de vigilia alternándose el mando acordando treguas y, por momentos, confundiéndose de manera tan blanda jugosa que una diluye a la otra en una nueva substancia llamada indulgencia / tan cómoda y portátil como un rosario, una biblia o la mala memoria //