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Mostrando las entradas de agosto, 2011

El Pesimista

Solía ser pesimista. Claro que luego, con el paso de los años, también envejeció. Con la friolera de los años a los cachetazos guardados, su pesimismo se acompañó con una ceguera parcial. Y algo de cojera. “Nada grave”, diría el Viejo desprevenido.  Pensaría seguramente en los comunes padecimientos de la vejez. Pero lo que lo conducía inexorablemente a sus días más tardíos, más rápido que la biología natural, era el pesimismo. Ya con un hilo de vista insistía que a la cosa “no se la veía bien”.   Con el Viejo, para ganar, había que hacer cuatro goles al menos. Siempre la diferencia era peligro de empate. Su vida era peligro de empate, con invasión de campo y suspensión de partido. Cuando la Vieja murió, mientras la velaban, me acerqué y le dije: “Viejito, tenés que seguir, estamos nosotros”. El me miró y dijo seriamente: “eso es lo que me hace dudar”.   Pasaron un par de años y se acomodó a los espacios más vastos. Un domingo a la mañana, en el cementerio, con las manos tomadas

Tres Noches Partidas

El centro del cañón / La estela del vuelo / Un tímido envión / El fruto del pecho / Dos huecos en línea / Uno de ellos sin flor / Tres noches partidas / El cuenco algodón / Alcoholes y tiras / Tarde corazón.

Un metro bajo tierra

Ahora  Caeré en pedazos Reventaré como sapo de siesta Brotando en arbustos sin sombra De seca lavanda olvidada Ahora Sangraré profusamente Hasta que mi piel se torne blancazul Alimentando dragones quemados Lanzando llamas a los vuelos que vuelas Ahora Quebraré hueso a hueso mis manos Articulando dobleces que se guarden En estruendosos silencios mágicos Serenos como piaras hambrientas Ahora Nada se volverá gris o sepia o amarillo Los colores tendrán su maleta El despacho venderá las historias Y los comunicadores tendrán su fiesta all-inclusive Ahora  En el jugo propio de su hospital de olvido   Con la urgencia de ya no vienes Los enfermeros se volverán enterradores (Un metro bajo tierra) de las joyas de este amor

Entre conejos y metales

Cuestiónate Los nocturnos bailados Con esas piernas curiosas de mar/ Trampéate Los ojos de esconder Cuando te digan oraciones al oído/ Abrázate Entre conejos y metales Minutos después de la caída/ Raciónate En cuartos (piel) Entre cuartos (madera)/ Entrégate Sin firmar la rendición A los Generales del enemigo/ Esos Generales del Enemigo A la puesta del sol Deglutirán tus frenéticos fantasmas interiores/ Allí, limpia/blanca/gen Serás comienzo.

La Quema

Escribir Cuando te queman Y cuando escribir Te quema Donde El dolor hace flema Escribir enciende  Las letras Que escritas Revientan las capas Demuelen héroes Curan el fuego Escribir Te quema Entre la piel y la mañana Las orillas de la incógnita Los pies de los niños Esos duraznos como ojos Escritos que revientan En la boca De los que revientan Y te escriben Entre llamas y papeles agrios Marrones de limón viejo Cartones de tapar el corazón Escribir te sienta En los abismos sólidos del pasado En los recuerdos for-sale La tinta moja el sexo Las manos de escribir se mojan La tinta moja el pecho Cocina lágrimas y el olvido se moja Meandros con único destino Te escribo  Con zapatos volantín de cuero De tu cuero amigo Donde se escribe Ayer pensando en tu Hoy pensando en ti Y mañana de vos Cabeceando la muerte Entre dulces y love Te escriben Y te queman Te quemo Y te escribo Enletro tu final Abrazo el fuego Cierro el adiós Tremenda implosión Te escribo Te quemo Te guardo Cenizas En los

Cuerdo (y Reolvido)

Recuerdo Una revolución Tímida Templada Desarmada Con caricias Recuerdo Una carrera Temblorosa Líquida Vaporosa Con aliento Recuerdo Una máquina Muscular Galáctica Corazonada De veladores Recuerdo Una construcción Pendiente Arcillosa Naranja Con almohadones Recuerdo Un abrazo Envolvente Infrarrojo De impiedades Recuerdo La partida De las manos En mitades Recuerdo (Por esto último) En mitades Te llevo

Solitarios y los lentes

Esos lentes timoratos Esa nube que nos llueve Los arrimes y el ocaso El presagio que se mueve Nada es lento todo pesa Animales en tu falda Esos frutos perfumados Tanto cielo que nos falta Grita música de fondo Es el blanco que nos mancha Solitarios bienvenidos Brazo quieto mano santa Vienen truenos saltan bichos Vienen sapos quien los manda Las palabras cuelan sangre Pocos caen en picada Hacia el centro rojo carne Las pulsiones de tu mantra Esos lentes timoratos Tiñen cuentos en la almohada Queman rastros del escape Juntan señas cargan trampas Cambian oro por regazos Cantan sueños las campanas Grita un niño no nacido Pide pista de campaña Es tu cuerpo bienvenido Con los huecos de tu alma

Una Verdadera Ventana

Una ventana puede mostrar elefantes e incendios o rumores galaxias y árboles o maletines. Esa ventana dibujante se anima a descarozar los frutos de estación que se abren en el pecho del que amas. Aunque una ventana /una verdadera de alcurnia y estirpe/ nunca claudica en mostrar un único interior. (El interior se quema con el marco de la ventana los frutos, el elefante y el cuerpo encendido del que se nombra tu amante)

Si el Asesino Descansa

Vienes / me empujas / luego explotas / y cenas / restos de animales / curando la escena / de rastros naranja / acá sanan las huellas / si el asesino descansa.

Un barco (Construyendo)

Estoy construyendo un barco. De madera y carne. De piel y anhelo. De líquidos alegres y lágrimas de hielo. Estoy construyendo un barco. En mi humilde astillero. Donde domo tus manos, y te investiga el viento. Estoy construyendo un barco. Sin mascarón, de proa. Pero tu forma, adentro.

Ribera de los Sentidos

Las montañas no tienen nada que ver contigo No cambias el rumbo de los caminantes No apareces majestuosa entre las mesetas No guardas historias de volcán extinguido o pronto a parir lenguas de fuego Los ríos no se asemejan a ti No transportas gratuitamente navegantes débiles de mar No facilitas el tránsito a los cardúmenes de desovadores Nadie pasa horas en tu orilla intentando descifrar sonidos o enajenar tu aroma Las selvas nada tienen de tu figura No eres inexpugnable No regalas la muerte desprevenida tras la mímesis de los atentos Nada tienes que entregar de tu vegetación más es tu protección que tus bienes No hay del aire algo que te contenga No eres la liviana brisa que penetra rincones privados No sacudes árboles en espera del cachetazo del retorno No eres mezcla de componentes estériles fértil te presentas El fuego no conoce de tu existencia No necesitas de mezclas para la combustión No consumes lo que te alimenta No transformas lo que a tus pies se r